jueves, 8 de diciembre de 2011

CARNE MECHADA, O LA ODISEA DE UNA CENA DE EMPRESA

CARNE MECHADA
El día de la Inmaculada sirve para dos cosas, primero  para conmemorar a las que así se llaman  y segundo, para advertirnos que a partir de ahora podemos aligerar para hacer las reservas en los restaurantes o nos quedaremos haciendo la comida de empresa de este año en el portal de la oficina.  A partir de este día estamos avisados de que la llegada de la Navidad ya no tiene remedio, por mucho que digamos que aún es pronto. El que más y el que menos aprovecha el puente de la Inmaculada para engalanar su casa con el montaje del Belén y del árbol de Navidad, que no es más que una forma de rendición ante la aplastante evidencia que se nos viene encima.
Desde el punto de vista social, la Navidad es un acontecimiento que pone a prueba la resistencia física y emocional de los más valientes. Es difícil librarse de una reunión o comida de empresa y su organización reúne todos y cada uno de los tópicos de nuestra Málaga querida, además de la avalancha de amigos y conocidos que nos dicen “…que tenemos que vernos…”, con lo que se produce un efecto estresante en quien pretenda  cumplir  con, por lo  menos, la mitad.
En relación con las comidas de empresa, podríamos escribir un tratado de sociología aplicada de varios tomos y sólo abarcaríamos unas breves pinceladas del fenómeno en cuestión. Para empezar, nadie quiere hacerse cargo de la organización. Finalmente, surge la figura del "lanzado o listillo", quien suele gozar de más popularidad entre los compañeros, que además tiene experiencia en esto de los restaurantes pues un año, cuando era joven, trabajó un mes en un chiringuito de la playa para ahorrar para la feria. Con una acreditada solvencia gastronómica y una total eficiencia organizativa, coloca una lista en el tablón de anuncios para que cada uno apunte si va a querer  carne o pescado y qué vino prefiere. Obviamente, nadie sabe de antemano que es lo que quiere, pero para no parecer indulgente  pone lo que se le ocurre y así parece que la cena le interesa mucho.Con todo esto, lo que ocurre finalmente es que no coinciden los números de pescados y carnes con los que se dieron de antemano y, el día de la cena, el follón que se monta en el restaurante es total.
El siguiente paso es el de organizar una comisión que vaya al restaurante para mirar menús y hacer la reserva. Nuestro amigo es quien comanda la expedición, sin ningún problema para encontrar compañía pues saben a ciencia cierta que en el restaurante los van a invitar a una copilla por ir a gestionar un banquete. El cabecilla es quien toma la iniciativa y habla con el encargado del establecimiento, como si le viniese a ofrecer la salvación de su negocio para siempre gracias a su comida para doce… o para treinta, es que no lo sabe seguro.  Desde el restaurante mismo, tiene que llamar a todos uno a uno de los compañeros y preguntarle si quiere postre o café, o si quieren lenguado o solomillo, con lo que se le va un dineral de móvil.
Tras hablar con todos y cada uno de la empresa, llega el momento de que nos digan el precio por persona, pero sin importar demasiado el montante pues “de lo que se trata es de pasar un rato”. Obviamente un sudor frío recorre las espaldas de nuestro organizador-superhéroe versión navideña y de sus acompañantes, cuando descubren que hacer la pelota al dueño del local hablando de fútbol no les ha servido de nada; a cada uno les van a volar un billete de cincuenta euros para el menú y la placa del que se jubila;  las copas, además, irán aparte. Esto obliga a nuestro héroe a volver a llamar a todos los compañeros de nuevo con su móvil para sondear opiniones, el facturón de teléfono se lo recordará la mujer hasta Mayo por lo menos.
El dueño del local hace como el que se ausenta para que puedan hablar entre ellos y aprovechan el momento para decidir que en realidad "a estas cenas no se va a comer sino a echar un rato juntos…", de manera que tampoco es importante que haya gambas, o que el jamón sea ibérico tampoco es clave. De esta manera acuerdan que los entrantes se conviertan en salientes, el cocktail de gambas sea un caldito del puchero, calentito eso sí, y el solomillo han pensado que es malo para el colesterol y lo van a cambiar por   una carne mechada, que es muy navideña; y en cuanto al vino se ha decidido que como vienen muchas mujeres es mejor tinto con casera para que refresque más.
Cuando llega el día de la cena, nuestro abnegado amigo casi no se habla con nadie porque se ha quemado tanto andando detrás de unos y de otros que, de no ser porque se ha pagado por adelantado, a la comida ni iba. Para colmo, a estas personas suele ocurrirles que encima tienen la mala suerte de que les toca el jefe al lado y se pasan la cena hablando de trabajo y sin poder hacer un solo chiste de éste. Cuando llegan los postres se saca la placa y mientras el homenajeado de turno hace su discurso, que siempre hay un homenaje porque el jefe aprovecha la comida de Navidad para hacer estas cosas y ahorrarse una invitación en otra fecha, los avispados aprovechan para ir pidiendo los cubatas hablándole al oído al camarero, que a estas alturas casi forma parte de la empresa.   
Cuando se consumen las copas, comienzan los cantes regionales, las críticas al gobierno, a la iglesia, al alcalde y al presidente de la comunidad. No se deja títere con cabeza y de la conversación podríamos postular para firmar  un pacto mundial por la paz, gracias a las opiniones brillantes que se formulan y a lo fácilmente que se arregla el mundo en estos casos.
En resumen, en mi opinión todo el mundo es bueno y al que no lo es hay que darle la oportunidad de demostrar que puede serlo. Esta es mi receta de esta semana, paciencia para lo que queda de Navidad, paciencia con el restaurante donde hagan su comida de empresa y disfruten de la vida, que es de lo que se trata. De todas formas, vamos a repasar la manera de hacer la carne mechada por si nuestros amigos no encuentran sitio donde reservar y tienen que hacer ellos mismos la cena.

INGREDIENTES

Redondo de ternera de 2 ½ Kg., 200 grs. De tocino, 100 grs. De manteca de cerdo, 250 Cl. De vino blanco, 2 zanahorias, pimienta y sal, 1 cabeza de ajos, 1 cebolla, dos tomates y dos puerros, Harina fina

El tocino, en primer lugar,  lo vamos a preparar cortándolo en tiras y metiéndolo en el congelador. Cuando esté duro, con ayuda de una aguja de mechar lo introducimos en el redondo. Sazonamos la carne y la pasamos por harina levemente, colocándola en una placa de horno engrasada con manteca de cerdo, o en su defecto, aceite de oliva.

Metemos la carne en el horno fuerte y la doramos por todos los lados. Una vez dorada, echamos las verduras peladas y troceadas y bajamos la temperatura del horno un poco. Vigilamos constantemente para que no se reseque la carne, regando con vino blanco el conjunto cada vez que sea necesario y usando, a su vez, el propio jugo resultante. Alrededor de unos 50 minutos debe estar en el horno, pasado este tiempo, pincharemos la carne para comprobar que no suelta sangre por el orificio, así como hundiremos un dedo en la superficie de ésta observando que vuelva a su posición original, como si fuese de goma, avisándonos de que está en su punto. Junto a todo el jugo que resulte, pasamos las verduras  por un triturador y un colador para hacer la salsa una vez sacada la carne del horno.
La presentación del plato se hace cortando filetes del redondo no demasiado gruesos y acompañando con la salsa y unas patatas guisadas a lo pobre o fritas. Espero que les guste.

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