¿Alguna vez se han parado a pensar porque a alguien se le dice que es un “membrillo” cuando es muy bruto, duro de mollera o, como dice mi madre, de pocas luces?
En mi opinión, la comparación es muy acertada puesto que el saber popular da en el blanco cuando se compara a alguien, de comportamiento como el antes descrito, con un membrillo, ya que aunque es descalificante, no deja de ser cariñoso debido a que se suele aplicar a quien tenemos afecto y sabemos que bajo un comportamiento tosco hay buenas intenciones. En el caso de la fruta que nos ocupa, la definición le va que ni pintada, ya que tras una pulpa dura, áspera y astringente si se consume en crudo, acción casi irrealizable estarán de acuerdo conmigo, existe una metamorfosis casi alquímica si sometemos a un asado o a una cocción prolongada. ¿Sabían ustedes que la palabra mermelada procede del portugués marmelo, que significa membrillo?; esto puede darnos una idea de que su consumo sólo es posible si es precedido de una buena cocción con azúcar.
EPOCA DE MEMBRILLOS
El motivo de contarles todo esto no es otro que la llegada de la época de los membrillos, como otros tantos frutos en estas fechas. Será a finales de este mes, cuando el denominado “veranillo del membrillo” nos regale el punto de maduración que necesita esta fruta, allá por el 29 coincidiendo con San Miguel. Como dato curioso, este periodo es conocido en nuestra hermana Latinoamérica como “verano indio”.
Para mi es imposible evocar el membrillo sin tener en la mente la imagen de una caja de carne de membrillo de Puente Genil, auténtica e inigualable presencia en el recuerdo de las meriendas infantiles. Junto a la caja con la foto de una virgen, un cuchillo que iba disminuyendo el manjar jugoso a la par que hacia lo propio con un queso fresco de Ronda. No existe en la cocina andaluza otra pareja más bien avenida y que haya perdurado más con el paso del tiempo.
DE FRUTA MISTICA, A AMBIENTADOR CASERO
En la antigua Grecia, y mas tarde los romanos, se consumía asado y con miel, de ahí que lo llamaran melimelum, que significa manzana dulce. Desde la Edad Media, existe la creencia de que su presencia aleja los malos espíritus e influencias, es por ello que no faltaba una fuente llena de membrillo en las casas cuando era su tiempo. También representaba al amor y a la fecundidad, es el motivo por el que en Grecia se consumiera por los recién casados antes de entrar en la habitación para desposarse. Por su lado los árabes, grandes dietistas, recomendaban el fruto para los problemas intestinales derivados de la diarrea.
El membrillo ha sido uno de los grandes olvidados de nuestro tiempo dado a las prisas y a los escasos recursos caseros de antaño. Cuando no existían los ambientadores industriales, se ponían membrillos en los cajones para perfumar la ropa de forma delicada en el interior de una cómoda o armario.
EN LA COCINA
En la receta que les propongo esta semana, jugamos con la pareja de baile por excelencia del membrillo, el queso, y el amante del queso, las nueces. También nos atreveremos a macerar un aceite con una vaina de vainilla para dar un toque innovador que les sorprenderá por su sencillez y su resultado. Aunque esté recubierta la receta de un barniz innovador, que no deja de ser el objeto de mi colaboración el hecho de aportar nuevas ideas, esta receta no deja de ser una más que usa membrillos, y por tanto andaluza por los cuatro costados.
INGREDIENTES Y PREPARACIÓN:
1 kg. De membrillos frescos, 1 kg. De azúcar, El zumo de un limón,
15 grs. de gelatina en polvo, 100 grs. de mantequilla, 50 grs. de nata líquida,
200 grs de queso Filadelfia, nueces picadas, Dulce de membrillo,
¼ l de aceite de oliva, 4 ramas de vainilla, Hierbabuena,
Papel sulfurizado.
La víspera a la realización de esta receta, prepararemos el aceite de vainilla dejando macerar las vainas dentro de éste en un recipiente que se pueda tapar. Es conveniente que las abramos y raspemos para que las semillas suelten todo su aroma e, insisto, dejar reposar un día.
En cuanto al postre en si, primero pelaremos, descorazonaremos y trocearemos los membrillos para cocerlos en una olla con tapa a fuego lento, en agua necesaria para cubrirlos. Para ello usaremos unos 700 grs. del azúcar y el zumo del limón, que nos ayudará a que no se oxide antes de la cuenta. Cuando estén cocidos, los trituramos hasta hacer una pasta que mezclaremos con 100 grs. de azúcar y la mantequilla, volviendo a poner al fuego hasta que nos quede una crema ligada. Antes de retirar, añadimos la gelatina disuelta en un poquito de agua fría. Apartamos del fuego y echamos la crema sobre un papel sulfurizado, de los que usamos para la bandeja del horno, y lo dejamos enfriar un poco antes de meter en el frigorífico para que tome el cuerpo necesario, puesto que luego habremos de enrollarlos.
Para rellenar los canutillos, montaremos la nata con el resto del azúcar a la que añadiremos el queso Filadelfia sin dejar de batir. Cuando esté hecha, le incorporamos el dulce de membrillo troceándolo en taquitos muy pequeños y las nueces picadas, usamos la mitad de las que tengamos, las partimos con el canto del cuchillo aún más para conseguir poder espolvorear la mousse de queso con ellas.
Finalmente, sacamos del frigorífico las láminas de membrillo y las cortamos en trozos rectangulares para enrollarlos después con mucho cuidado de que no se partan. Con la ayuda de una manga pastelera o de dos cucharitas, rellenamos los canutillos con la mousse de queso y nueces para colocarlos en el plato de manera que uno esté tumbado y los demás de pie, apoyados sobre el primero. Para decorar el postre, rociamos con un hilo fino del aceite de vainilla que teníamos preparado, unas hojas de hierbabuena, taquitos diminutos del resto de carne de membrillo que nos sobró y las nueces que nos quedan, también repartidas alrededor de los canutillos sobre el plato.
En mi opinión, el mejor acompañamiento es un Moscatel de nuestra tierra, además de buena compañía para saborear este elegante postre, que nos puede ayudar incluso a conquistar al corazón mas duro. Espero que les guste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario