viernes, 12 de diciembre de 2014

BORRACHUELOS DE MOSCATEL GUINDA

BORRACHUELOS DE MOSCATEL GUINDA
Si yo tuviera una máquina del tiempo a mano, elegiría la Málaga de los mediados de los sesenta, para asistir a una de esas ocasiones en las que se reunían en casa de mi abuela mi madre y mis tías para hacer borrachuelos. En mi casa, bien entrados los setenta y rozando los ochenta, recuerdo siendo niño que en esta época se comían borrachuelos desde antes de empezar la navidad hasta bien pasada ésta; estos borrachuelos eran elaborados o bien en nuestra propia casa o en la de mi abuela o la de alguna de mis tías. De aquellos borrachuelos tengo un recuerdo imborrable en cuanto a su sabor y a lo que representaba todo lo que le rodeaba, pues era mi niñez en Navidad, y dicen los poetas que la patria de uno está en la niñez, que es donde residen los mejores recuerdos.
De manera que si me acompañan, les invito a probar esta versión del dulce navideño más típico de nuestra Andalucía junto a los mantecados, en la que hemos añadido un acompañante
No me gustaría acabar sin desearles que la Navidad y el Año Nuevo sea un compendio de parabienes para todos y cada uno de nosotros. Me gustaría que me permitieran hacer una mención especial  en la figura de mi mujer, Maypi y de mis hijos Alejandro y Alberto, que son el auténtico motivo por el que cada día amanezca para mi más radiante que el anterior. Gracias y un fuerte abrazo a todos.      
INGREDIENTES
1 kg. Harina de repostería, 750 gr. Harina de trigo, ½ l. de aceite de oliva, 1 vaso de vino blanco, 250 gr. de manteca de cerdo, 50 gr. de Ajolí (Sésamo), 50 gr. de Matalahuva (anís en grano), 250 gr. de azúcar, 2 vasos de Moscatel Guinda Málaga D.O., un golpe de Anís, 1 cáscara de naranja grande o dos mandarinas.
                Como todas las recetas de fruta de sartén, la primera operación que tenemos que hacer es aromatizar el aceite con el que se formará la masa junto a la harina. En nuestro caso, dispondremos el aceite de oliva suave en el fogón para que se caliente a fuego medio y le añadiremos la cáscara de una naranja grande o de dos mandarinas pequeñas si se
prefiere, o una naranja y un limón incluso,  pues lo dejo según gustos ya que esta receta es muy elástica respecto a los aromas, no así con la proporción y peso de los ingredientes como ocurre en toda receta de repostería.
               
Cuando la cáscara esté frita y de color ocre, retiramos la cacerola del fuego y sacamos la monda de cítrico del aceite, incorporando la manteca de cerdo y el azúcar para permitir que se fundan con el residuo de calor. Cuando se hayan derretido, echamos el vino blanco y removemos con una varilla para que emulsione perfectamente.

                Mientras la manteca se derrite, tostamos las semillas en una sartén sin grasa alguna y las trituramos levemente después en el vaso de la batidora con un poco del aceite que tenemos. Una vez batido sin llegar a hacer una pasta demasiado fina, mezclamos con el aceite emulsionado junto al azúcar, manteca y vino (¿se acuerdan de la letra del villancico?).

                Con el aceite aromatizado a nuestro gusto y templado, disponemos la harina en un barreño y le hacemos un hueco al centro para verter la mezcla de aceite. En este punto, cuando la harina y el aceite parecen que no van a ligar y la mano la tenemos pegajosa y llena de masa, creemos que los borrachuelos no saldrán bien ni por un asomo; pero tranquilos pues si tenemos paciencia y trabajamos despacio con las
manos para mezclar todo, de pronto veremos como la masa va tomando forma y haciéndose homogénea, momento en que echaremos un chorrito de anís seco y dos vasos de Moscatel Guinda que nos ayudará a terminar de convertir la masa en algo compacto y homogéneo. El tiempo que se debe trabajar la masa es relativo pues depende de la pericia o vigor con el que trabajen sus brazos, lo cierto es que un signo a tener en cuenta es que la masa está lista cuando no se pega ni a la mesa ni a las manos, aunque en la receta que nos ocupa cuanto más amasemos, mejor nos saldrá.

                Con la masa lista, la tapamos con un paño limpio y dejamos reposar unas dos horas más o menos.
                Pasadas las dos horas, espolvoreamos la mesa de trabajo con harina, tomamos trozos de masa y los extendemos con un rodillo o botella para dejarla fina y sacar unos círculos con ayuda de un molde o una copa invertida y los rellenamos a gusto con cabello de ángel, chocolate o simplemente sin nada para cerrarlos como si fuesen empanadillas con un tenedor.


                Disponemos una sartén con aceite no demasiado caliente y freímos los dulces en tandas de pocos para poder dar vueltas uno a uno. Los reservamos en una fuente con papel absorbente para que pierdan el exceso de aceite y los rebozamos en azúcar cuando estén templados.

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