En relación a la invención de
salsas como la mahonesa o alioli se ha escrito y teorizado mucho. Hay voces,
las más, que defienden que el origen de la mahonesa es español y está
ampliamente documentada esta teoría. Por otro lado, como no podía ser de otro
modo por su conocido carácter chovinista, está también otra corriente que
mantiene la idea de que la salsa es francesa y se apoya en que su nombre derive
de la localidad de Bayona o de una derivación del verbo “manier”, que significa manipular, acabando por dar nombre a una
salsa llamada “magnonnaise”. Por mi
parte, no pretendo descubrir nada nuevo si doy por sentado que no hay ninguna
duda acerca de que el origen de la salsa mahonesa o mayonesa es español y su
cuna es la ciudad de Mahón, en la isla balear de Menorca.
El motivo
por el que estuviese esa salsa en Mahón, aún se remonta más antiguo y los
escritores antiguos romanos cuentan que las campañas de sus ejércitos
sirvieron, además de saquear todo lo que conquistaban, para descubrir manjares
y recetas allá por donde iban. Es en Egipto donde descubrieron una salsa que se
obtenía de trabar una pasta de ajos con aceite y se la llevaron a su imperial
Roma. Tras su estrepitosa caída, la receta pasó de los romanos a los árabes,
que por otro lado hicieron lo mismo que los romanos habían hecho antes con las
conquistas y la llevaron consigo a España, allí donde se acomodaron.
Principalmente en tierras levantinas, adoptaron esta salsa y de ahí a las Baleares,
lugar donde la encontraron los franceses en el año 1756, con el desembarco de
la flota del duque de Richelieu.
El duque de
Richelieu, al que uno siempre se imagina peleando florete en mano contra el
mismísimo D´Artagnan, era el general en jefe de las fuerzas que tomaron la isla
de Menoría además de un hombre aficionado al buen vivir y de exquisitos gustos.
Al llegar a la isla, se encontró con una salsa que sirvió para enmascarar la
poca frescura de una pieza de carne, que estaba abandonada a su suerte en una
posada en la que obligaron a su dueño a
atenderle pese a que éste les advirtiera de la austeridad reinante. Imaginen
como sería en aquella época la carta de una posada, como para celebrar allí una
comunión... En resumen, al probar la carne que le prepararon con un montón de mahonesa
para que no se notase el cante que daba la misma, le resultó tan extraordinaria
y novedosa la salsa que el duque tomó buena nota y la divulgó en su París de
sus amores para que su cocinero personal la siguiese preparando para él, en su
propia casa. Imagino que el resto de la tropa también probaría la salsa en todo
el tiempo que duró la ocupación, pero a la difusión del duque si se le
prestaría la atención que a cualquier soldado no, por tanto el descubrimiento de
la mahonesa se le atribuye a Richelieu y no a cualquier otro pobre diablo que,
aunque pobre, seguro que también tendría boca y se maravillaría al probarla
también.
Historias
de la historia aparte, en cocina existen cuatro salsa madres o básicas de las
que derivan todas las demás, siendo éstas usadas como base para mil y una
combinaciones. La salsa bechamel, la Velouté, mahonesa y la salsa española son
los pilares en los que se basan las salsa en la cocina que nosotros manejamos,
por tanto esta semana vamos a emplear una de ellas con unas variantes, la
manzana y el ajo, para hacer una salsa que acompañe al cordero. Ni más, ni
menos.
INGREDIENTES
Y PREPARACION
1 Costillar de cordero, Romero
fresco, Aceite de
oliva, 1 manzana, Sal
y pimienta, 1 vaso
de leche fría, 1 o 2 dientes de ajo, ½
limón, Aceite
de Girasol
La primera
operación que debemos hacer es calentar el horno a temperatura media, unos 120º
grados. Seguidamente, troceamos el costillar de cordero de forma que nos
resulten unas chuletitas limpias de grasa a las que no se les suelte la carne.
Engrasamos
una fuente de horno e introducimos las chuletitas junto a la manzana
descorazonada y unas ramitas de romero
fresco. Rociamos de aceite de oliva el conjunto y asamos unos treinta minutos
más o menos. Pasado este tiempo, sacamos el cordero del horno y pasamos la
manzana por un pasapurés o la machacamos con un tenedor hasta que sea una pasta
y la dejamos enfriar a temperatura ambiente.
Para hacer
el alioli de manzana, usaremos leche en lugar de huevo y para ello debemos
proceder de igual forma que habitualmente, cambiando la leche por los huevos.
Por tanto, echamos el vaso de leche en el recipiente de la batidora junto al
zumo de medio limón y un diente de ajo comenzando a batir con la batidora. Una
vez machacado el ajo, comenzamos a añadir aceite de girasol a hilo hasta que se
transforme en una crema. Rectificamos de sal y añadimos la pulpa de manzana con
un tenedor para que se mezcle todo.
Finalmente,
disponemos una sartén a fuego fuerte y marcamos las chuletitas de cordero para
que se doren por fuera.
Para la
presentación del plato, ponemos alioli en el fondo del plato y colocamos las
chuletitas encima decorándolas con una rama de romero fresco. Como guarnición
le vienen geniales unas patatas fritas simplemente, cortadas un poco más
grandes que lo habitual y cocidas en aceite a temperatura baja hasta que estén
hechas, terminándolas de dorar con un último golpe fuerte de aceite.
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