BORRACHUELOS
DE MOSCATEL GUINDA
Si yo tuviera una máquina del tiempo a mano, elegiría
la Málaga de los mediados de los sesenta, para asistir a una de esas ocasiones
en las que se reunían en casa de mi abuela mi madre y mis tías para hacer
borrachuelos. En mi casa, bien entrados los setenta y rozando los ochenta, recuerdo
siendo niño que en esta época se comían borrachuelos desde antes de empezar la
navidad hasta bien pasada ésta; estos borrachuelos eran elaborados o bien en
nuestra propia casa o en la de mi abuela o la de alguna de mis tías. De
aquellos borrachuelos tengo un recuerdo imborrable en cuanto a su sabor y a lo
que representaba todo lo que le rodeaba, pues era mi niñez en Navidad, y dicen
los poetas que la patria de uno está en la niñez, que es donde residen los
mejores recuerdos.
De manera que si me acompañan, les invito a probar
esta versión del dulce navideño más típico de nuestra Andalucía junto a los
mantecados, en la que hemos añadido un acompañante
No me gustaría acabar sin desearles que la Navidad y
el Año Nuevo sea un compendio de parabienes para todos y cada uno de nosotros. Me
gustaría que me permitieran hacer una mención especial en la figura de mi mujer, Maypi y de mis
hijos Alejandro y Alberto, que son el auténtico motivo por el que cada día
amanezca para mi más radiante que el anterior. Gracias y un fuerte abrazo a
todos.
INGREDIENTES
1 kg. Harina de repostería, 750 gr. Harina de trigo, ½ l. de
aceite de oliva, 1 vaso de vino blanco, 250 gr. de manteca de cerdo, 50 gr. de
Ajolí (Sésamo), 50 gr. de Matalahuva (anís en grano), 250 gr. de azúcar, 2 vasos
de Moscatel Guinda Málaga D.O., un golpe de Anís, 1 cáscara de naranja grande o
dos mandarinas.
Como
todas las recetas de fruta de sartén, la primera operación que tenemos que
hacer es aromatizar el aceite con el que se formará la masa junto a la harina.
En nuestro caso, dispondremos el aceite de oliva suave en el fogón para que se
caliente a fuego medio y le añadiremos la cáscara de una naranja grande o de
dos mandarinas pequeñas si se
prefiere, o una naranja y un limón incluso, pues lo dejo según gustos ya que esta receta
es muy elástica respecto a los aromas, no así con la proporción y peso de los
ingredientes como ocurre en toda receta de repostería.
Mientras
la manteca se derrite, tostamos las semillas en una sartén sin grasa alguna y
las trituramos levemente después en el vaso de la batidora con un poco del
aceite que tenemos. Una vez batido sin llegar a hacer una pasta demasiado fina,
mezclamos con el aceite emulsionado junto al azúcar, manteca y vino (¿se
acuerdan de la letra del villancico?).
Con el
aceite aromatizado a nuestro gusto y templado, disponemos la harina en un
barreño y le hacemos un hueco al centro para verter la mezcla de aceite. En
este punto, cuando la harina y el aceite parecen que no van a ligar y la mano
la tenemos pegajosa y llena de masa, creemos que los borrachuelos no saldrán
bien ni por un asomo; pero tranquilos pues si tenemos paciencia y trabajamos
despacio con las
manos para mezclar todo, de pronto veremos como la masa va
tomando forma y haciéndose homogénea, momento en que echaremos un chorrito de
anís seco y dos vasos de Moscatel Guinda que nos ayudará a terminar de convertir
la masa en algo compacto y homogéneo. El tiempo que se debe trabajar la masa es
relativo pues depende de la pericia o vigor con el que trabajen sus brazos, lo
cierto es que un signo a tener en cuenta es que la masa está lista cuando no se
pega ni a la mesa ni a las manos, aunque en la receta que nos ocupa cuanto más
amasemos, mejor nos saldrá.
Con la
masa lista, la tapamos con un paño limpio y dejamos reposar unas dos horas más
o menos.
Pasadas
las dos horas, espolvoreamos la mesa de trabajo con harina, tomamos trozos de
masa y los extendemos con un rodillo o botella para dejarla fina y sacar unos
círculos con ayuda de un molde o una copa invertida y los rellenamos a gusto
con cabello de ángel, chocolate o simplemente sin nada para cerrarlos como si
fuesen empanadillas con un tenedor.
Disponemos
una sartén con aceite no demasiado caliente y freímos los dulces en tandas de
pocos para poder dar vueltas uno a uno. Los reservamos en una fuente con papel
absorbente para que pierdan el exceso de aceite y los rebozamos en azúcar
cuando estén templados.
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