miércoles, 17 de octubre de 2007

POLLO A LA CERVEZA


Con la llegada de ciertas fechas señaladas, siempre tuve la debilidad de querer ser de otro sitio diferente de donde soy. En Semana Santa, por ejemplo, ni se me ocurre imaginarme otra cosa que ser de Málaga, pues es aquí donde está la semana más esplendorosa de todas. En navidades, siempre imaginé como seria un amanecer navideño en un sitio parecido a la casa donde vivía el abuelo de Heidi, puesto a imaginar. Pero llegándole mes de Octubre, de donde quiero ser es de Munich, sin duda alguna.

FIESTA DE LA CERVEZA
¿Qué ha llevado a un malagueño a querer ser alemán, aunque sea por unos días sólo? Ni más ni menos que la Fiesta de la Cerveza que se conmemora por esta época y que es como la Feria de Málaga, pero con traje de tirolés, cerveza en lugar de la manzanilla y salchichas en lugar del jamón. Si lo comparamos, entre el jamón y el traje típico salimos ganando de calle, pero con la cerveza como mínimo quedamos empatados, pues si tengo una bebida por la que me pirro, esa es la cerveza.
Lo cierto es que la fiesta de la cerveza recibe el nombre de “Oktoberfest”, aunque en realidad comienza dos semanas antes del primer domingo de Octubre, coincidiendo con la fecha en la que se casó Ludwig I con la princesa Theresa de Sajonia en el año 1810, motivo por el que invitó a cerveza fresca a todo el pueblo en un prado para celebrar el enlace. Este prado es hoy día el mismo sitio donde se conmemora la fiesta, siglos después.

DE LA PASTEURIZACION A LOS ESTOFADOS
La realidad de este fenómeno viene de la mano de la elaboración artesanal a la que se sometía la cerveza en aquella época, coincidiendo con la época de la recolección de las cosechas tras el verano las cuales servían de materia prima para su fabricación. De esta forma, era la mejor oportunidad de consumir cerveza recién elaborada de la misma forma que por aquí celebramos la fiesta de la vendimia. Todos estos avatares se superaron cuando se aplicó la pasteurización a la cerveza, asegurándose así la calidad de la bebida a lo largo de todo el año.
Por supuesto la cerveza, que no deja de ser una bebida alcohólica, tiene su propio uso en cocina y puede proporcionarnos resultados bastantes gratificantes. Es ideal en marinados y como base para una cocción en un estofado, independientemente de si usamos carne o pescado. En el caso de esta semana, es precisamente un estofado lo que vamos a hacer usando pollo y cerveza, aunque finalmente incluiremos un poco de nata para dar cuerpo a la salsa resultante. También podemos incluir cerveza para obtener unos arroces melosos que están para chuparse los dedos; pero de eso hablaremos otro día.

Un abrazo.

INGREDIENTES Y ELABORACION:

1 ¼ de pollo por persona, ¾ Lt. De cerveza fuerte,
Aceite de oliva, 1 cebolla,
2 dientes de ajo, Salvia fresca o de especia,
4 hojas de laurel, 4 clavos,
Harina, una cucharada. 6 yemas de huevo,
¼ l. de nata, nuez moscada,
Sal y pimienta.

La primera operación que debemos hacer es la de trocear el pollo en trozos medianos, la cebolla y el ajo muy menuditos y picar la salvia si es fresca. Con todo dispuesto, disponemos una cacerola con aceite de oliva y freímos el pollo sazonado hasta que se dore, momento en que añadimos la cebolla y el ajo junto a la salvia, el laurel y los clavos. Sofreímos bajando el fuego a medio y, cuando esté el conjunto pochado, añadimos la cerveza y subimos la temperatura de nuevo hasta que hierva.
Una vez que rompa a hervir, bajamos el fuego otra vez y dejamos reducir la cerveza unos treinta minutos. Pasado este tiempo, retiramos los trozos del pollo de la cazuela y los reservamos, hacemos lo mismo con el laurel y los clavos y volvemos a subir el fuego para que el caldo reduzca un poco más.
Para obtener la salsa que queremos en nuestro plato, disponemos una sartén al fuego con dos cucharadas de aceite y le añadimos harina, que debemos tostar levemente. Pasados un par de minutos de cocción de la harina, incorporamos el caldo donde habíamos estofado el pollo y vamos removiendo para que se ligue, dejando cocer a fuego lento unos cinco minutos añadiéndole una pizca de nuez moscada.
Finalmente, batimos las seis yemas de huevo y se las añadimos a la cazuela de la salsa junto a la nata. Removemos con una varilla y rectificamos de sal procurando que no hierva la salsa de ningún modo pues las yemas de huevo se cortarían. Una vez que la salsa se haya ligado con la nata, unimos el pollo que teníamos reservado a la cazuela y dejamos que se caliente junto a la salsa a fuego lento.
Como guarnición, le viene ideal un poco de pasta salteada con unos ajitos o bien una patatitas cocidas al natural.

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