lunes, 27 de julio de 2015

EL VICIO DE SER COCINERO


Más veces de las que querríamos tenemos la tensión en el semblante, con esa expresión de cansancio, podemos sentir el dolor en articulaciones y parecer que al hablar divagamos un poco.

El cansancio se pasa, volvemos a ser nosotros una vez más, gracias a una broma de un compañero dicha por necesidad cual válvula de escape de una olla a presión o simplemente salimos de nuestro puesto de cocina para ir por género. Vuelve esa fuerza presente, motivamos a los demás, generamos energía para seguir adelante y el nudo del servicio empieza a soltarse y a hacerte disfrutar de tu trabajo.
A veces nos cuestionamos por qué nos dedicamos a este trabajo tan exigente, para superhombres, cuando lo sencillo sería dedicarse a otra cosa, pero una vez que inicias y eres parte de ello, ya no te puedes detener y la satisfacción que ofrece superar el reto que otorga a diario tu trabajo no lo encuentras en otro sitio cuando has sentido la presión en una cocina y lo excitante que es para los que amamos el oficio. Y esto sin querer es un legado que transmitimos unos a los otros sin darnos cuenta, como el que transmite una enfermedad contagiosa.
Cambios de humor, aunque no llega a dominarte, agresivo pero no con los que te rodean, sino con la auto exigencia de hacer tu trabajo correctamente, discreto en la supervisión pero radical en la solución. A veces eres déspota y no consigues hacer entender que sólo es fruto de tu celo profesional, de tu orgullo..., cada servicio y cada acción es la más importante de tu vida y no perdonas que alguien no piense o sienta el oficio como tú. No lo entiendes simplemente.
Y cada día vuelves a empezar de cero, por que cocinero se nace y se hace, solo en una cocina profesional.
Termina el día y todo esto no sirve de nada si, al llegar a casa, no estuviesen esperando tu familia, contentos o no pues son personas, pero sanos y atendidos gracias a tu esfuerzo. 
Te dan un beso al llegar. 
Todo ha merecido la pena.
Mañana más, pero esta vez me esforzaré para que sea mejor que ayer y, cuando deje de ser así, habré perdido la magia del oficio.

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